A medida que el niño crece y se desarrolla, va
adquiriendo hábitos y adoptando costumbres que poco a poco va integrando en lo
que será su estilo de vida, del cual hacen parte fundamental su manera de
alimentarse y su actitud ante la actividad física.
Un niño que crezca en un hogar cuyos padres sean
aficionados a la lectura, a la televisión o al uso de la computadora, tiene
muchas posibilidades de adoptar un estilo de vida sedentario que se reflejará
en aspectos fundamentales de su vida, como son:
- · El tiempo que pasa sentado,· Su manera de caminar,· Su poco interés por la práctica de deportes o ejercicios.
Lo contrario sucede con los hijos de padres muy
activos, cuyo marcado interés por la actividad física se vive en el ambiente
familiar, contribuyendo de manera significativa a crear el interés de todos en
la casa por la actividad física.
Igual sucede con la manera de alimentarse. La mesa
familiar es el sitio por excelencia para desarrollar los buenos hábitos
alimentarios. El hecho de comer en familia o “cada uno por su lado” puede jugar
un gran papel en el proceso de desarrollar las perspectivas de salud de cada
persona.
Si bien es cierto que comer en la mesa familiar es
una costumbre que trae muchos beneficios, debe tenerse en cuenta que los
hábitos alimentarios inconvenientes se transmiten también con gran facilidad en
este ambiente.
Lo que realmente contribuye a la adopción de un
estilo de vida poco saludable es la manera como se transmiten los mensajes a
los niños. Un buen ejemplo es la lectura, la cual es recomendable
fomentar en la niñez y la juventud, pero cuidándonos de transmitir el mensaje
positivo sin el complemento negativo de la imagen de unos padres que pasan
“todo el día sentados”. Lo deseable es que los hijos vean que sus padres,
además de dar muestras de una vida realmente activa, disfrutan con frecuencia
de la lectura de buenos libros.